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Paul Auster: Lectura para locos

Der Wanderer über dem Nebelmeer -«caminante sobre un mar de nubes», en español-, óleo de 1818 de Caspar David Friedrich. El sujeto, oscuro, se disuelve en el entorno, brillante. | Imagen: YouTube
Una de mis profesoras aseguraba que Paul Auster era el mejor narrador de historias que había tenido el placer de leer jamás. Aquella mujer docta, ducha, elocuente y meliflua -empleando «palabros» que ella misma utilizaba, aunque no para referirse a sí misma-, siempre echaba mano de Auster como analogía de la divinidad. Durante el año que cursé lengua y literatura con ella, me fue muy complicado entender el porqué de su estrecha relación con Auster, un hombre del que había leído que era terco y taciturno, y cuyo aspecto, gesto y físico no invitan precisamente a la cercanía. Así es la etapa adolescente, el bisturí poco cala, apenas llega más allá. No obstante, mis dudas se disiparon pronto, porque un par de años más tarde, me embarqué en una nave de la que no me he vuelto a apear jamás.



Me apetecía escribir sobre Auster, y sin embargo, no sé muy bien qué decir. Porque se ha convertido en mi escritor de cabecera, aunque sus novelas siguen dejándome en un sinsentido, en un coma profundo cada vez que las leo. Me apetecía escribir sobre él al igual que me apetece declarar que es mi escritor favorito aunque a veces no le comprenda, pero otras sí. Por su carisma, impreso en los personajes que trasiegan sus novelas como si entre todos formasen un alter ego del autor que nunca llega a estar completo. Protagonistas que callan, que parecen locos, que no formuln frases con sentido durante una veintena de páginas, pero en la veintiuno, de repente, espetan la verdad más absoluta. 
«Los años pesan mucho, en verdad. Pero tenemos tanto que agradecer. El paso del tiempo nos envejece, pero también nos da el día y la noche. Y cuando morimos, siempre hay alguien que ocupa nuestro lugar». La Trilogía de Nueva York
Una de sus obras cumbre, La Trilogía de Nueva York, me deja siempre ensimismada. Se la recomiendo encarecidamente solo si son ustedes personas serenas, tranquilas y de lectura pausada; porque yo -que por el contrario tengo un perfil lector demasiado ágil- no fui capaz de contener la respiración y la sensación de impotencia al sumergirme en unos libros en los que el apocalíptico azar se precipita sobre el propio lector, haciéndole partícipe de su vida mortal. El protagonista no escapará de sus demonios.Cualquier cosa que haga o diga siempre caminará bajo la sombra del azar, que lo domina todo por mucho que nos esforcemos porque nos gobierne la causalidad y no la casualidad. 
«Su reloj marcaba las nueve y media y se encogió al pensar en el tiempo que había perdido. Se levantó y echó a correr a medio galope en dirección oeste, asombrado de haber recuperado sus fuerzas, pero maldiciéndose por las horas que había desperdiciado en ello. No tenía consuelo. Hiciera lo que hiciera ahora, le parecía que siempre llegaría demasiado tarde. Podía correr cien años y seguiría llegando justo cuando las puertas se cerraban». La Trilogía de Nueva York
Es esa sensación, la de correr una maratón y llegar a la meta demasiado tarde. Entre las páginas de La Trilogía de Nueva York se desdibujan con reiteración los guiones humanos, el día a día, las rutinas, los quehaceres. Auster es capaz de abstraerse del «mundanal ruido» y expresar lo que cruza la mente de un loco y la divide en dos. Su alter ego es un cuerdo, pero también un loco. Y al final no se sabe muy bien dónde acaba la cordura y empieza la anormalidad, porque le da la vuelta al asunto y, créanme, al final ustedes y yo somos los locos. 
«Una mentira nunca puede deshacerse. Ni siquiera la verdad es suficiente». La Trilogía de Nueva York
He llegado al nivel en el que La Trilogía de Nueva York me apasiona, en parte porque tiene ese desafío sherlockiano que invita al lector a adivinar el comportamiento de los personajes. O quizá sea porque cada día me voy volviendo un poco más loca y entiendo mejor la mente de mis literarios y perturbados amigos. La cuestión es, que Paul Auster me fascina porque es capaz de mantener mi atención durante las catorce ocasiones que he leído su trilogía. Un buen punto de partida para conocer a un hombre tan perturbado... Como ingenioso.
«La verdadera vida tiene lugar en nuestro interior». Paul Auster

Nota: Como recomendaciones personales anótense también Ciudad de Cristal, Brooklyn Follies, Diario de Invierno, Invisible, Leviatán y Sunset Park. También recomiendo leer a Auster con una cuartilla y un lapicero al lado, hay apuntes realmente llamativos que me han hecho pensar que sus novelas, más allá de contar historias, son auténticos tratados del comportamiento humano.







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